2. La magia de la brisa marina. El aire del mar formaba parte de las prescripciones de los médicos durante los siglos XVIII y XIX, cuando veían que los pacientes necesitaban una temporada para mejorarse. No era la panacea universal contra los problemas de salud, pero sí ayudaba a aliviar algunos síntomas y avanzar en la recuperación de algunas dolencias. Thomas W. Ferkol, presidente de la Asociación Torácica Americana, menciona en un artículo publicado en el Wall Street Journal un estudio donde se analizó el efecto del aire del océano en surfistas con fibrosis quística, una enfermedad hereditaria causada por el mal funcionamiento de las glándulas exocrinas.“Hemos tenido más que unas pocas familias que vienen del la Costa del Golfo y preguntan si deberían mudarse para sentirse mucho mejor”, explica Ferkol.
3. Una mejora de la salud mental. Un estudio de la Universidad de Michigan demostró que los que tienen una casa en la playa presentan menores señales de estrés. "El aumento de puntos de vista de espacio azul se asocia significativamente con los niveles más bajos de estrés psicológico", explicó Pearson, profesor de geografía de la salud y miembro de la Water Science Network del MSU.
4. Aumento de la actividad física. Las personas que viven en la costa realizan más actividad física que los habitantes del interior, según investigadores de la Universidad de Exeter (Reino Unido). “Es evidente que nuestros caminos costeros y las playas ofrecen un recurso maravilloso para estimular y facilitar la actividad física”, explica Mathew White, autor principal del estudio.
¿Y si vivimos en el interior?
El estudio publicado en Mental & Health no solo se basó en la exposición de azul en personas adultas, sino también en los espacios verdes. El lugar escogido fue Nueva Zelanda, donde demostraron que los participantes del experimento también mostraban niveles más bajos de estrés psicológico.
Por otra parte, White también participó en un experimento parecido en Reino Unido. En este caso eligieron los espacios verdes de las ciudades, donde pusieron a prueba su capacidad a lo largo del tiempo. “Lo que hemos encontrado sugiere que los beneficios mentales de los espacios verdes no son inmediatos, pero sí sostenibles por largos períodos de tiempo”, explica.
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