Estás junto a él y sólo piensas en besarlo. Te mira, lo miras, se acerca, te acercas y por fin llega el momento mágico. Sientes su cara, sus labios se rozan y sin saber por qué sucede algo automático: sus ojos, que hasta ese momento habían estado conectados, se cierran. ¿Por qué razón besamos con los ojos cerrados?
Es algo que nos ocurre a todos y tiene una explicación científica tan sencilla como lógica: todos nuestros sentidos quieren concentrarse en el beso y nada más.
Según un estudio de la Universidad de Londres, los estímulos visuales hacen que el cerebro esté más pendiente de lo que ve que de lo que siente.
Por eso, al besar con los ojos cerrados “tenemos más capacidad para centrarnos en los otros aspectos de la experiencia que no son el visual”, dice Polly Dalton, una de las investigadoras.
Con los ojos cerrados, la sensación del beso es mucho más intensa. Tus sentidos se despreocupan de la parte visual y puedes notar más y mejor todo lo que ese beso te está provocando. Te dejas llevar más y la experiencia es más potente. ¿Estás de acuerdo?
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